martes, 12 de junio de 2007

Valencia ciudad europea del árbol 2007 (1)


Valencia es la ciudad europea del árbol 2007, pero poca gente parece haberse dado por enterada, entre la America's Cup, los fastos verbeneros, la verborrea electoral, los festivales posmodernos, etc. Algunas asociaciones de vecinos de Valencia han realizado actos de apadrinamiento de árboles centenarios, como en el barrio de L' Amistad, donde se apadrinaron olivos centenarios entre la calle Ramón de Campoamor y la calle Justo y Pastor, donde estaba una vieja vaquería, con la colaboración de las personas que habían vivido en el pasado en aquellas casas en torno a los olivos. Así se hizo la ceremonia y festejo de apadrinamiento, entre jóvenes y mayores, con un casi nulo eco mediático por parte de, por ejemplo, los columnistas de guardia. Fue un acto hermoso y sencillo, lleno de alegría y fraternidad.
En Valencia ciudad, ahora que se supone vienen muchos turistas, y para quien quiera admirarlos, hay no pocos magnolios centenarios (son magnolios, en temporada muestran su flor). En el paseo de la Alameda y en la glorieta frente al palacio de justicia y junto a los juzgados, zona de la plaza de la Porta de la Mar, céntricos, posiblemente, están los más fotogénicos y admirables.
Cerca de donde yo vivo, en la esquina de la Calle Milagrosa (qué precioso o necesario nombre para una calle) y la calle Platero Suárez, hay un ficus antiguo (no tanto como los de la Glorieta o la Alameda o el Parterre de los que ya hablaré), un ficus antiquísimo, diría yo, que convive entre el tráfico y los que frecuentan el pequeño parque adyacente, mayores que hablan de sus cosas y niños que juegan a las suyas.
Doy vueltas al árbol canturreando algo que aprendí de Alan Watts, "las palabras no son las cosas, las palabras no son las cosas, abras, abras, osas, osas", y la gente me mira sin entender casi nada y pensando que a este hombre se le ha ido la olla. El árbol es el único ser vivo que, allí, parece entenderme. Si "entender" es la palabra. Puesto que el árbol no necesita entender. Es como cuando llueve. A uno le llueve, le es llovido; el árbol lo percibe así. No tiene que entender o conectarse, porque ya está conectado. Conectado a su ser, a la tierra, plantado y asentado. Se deja abrazar y todo.
(Este verano, de vez en cuando y al azar, haré algunos recitales o pequeñas lecturas o danzas, o simples presencias silenciosas, en torno a algunos árboles antiguos, centenarios o más, como los citados de la Alameda o la Glorieta de Valencia, y algunos otros, incluso los que hay en Cartagena, en fechas y horas que quizá no avise, y deje al azar la presencia o no de cada cual).

(c) El Cantante Mudo, todos los árboles derechos o inclinados, dan sombra.

2 comentarios:

trainofdreams dijo...

algunos árboles(John Ashbery)
Éstos son sorprendentes: cada uno
apareado a un vecino, como si el discurso
fuera una inmóvil representación.
Poniéndonos de acuerdo, por azar,
en encontrarnos hoy por la mañana, tan distantes
del mundo como en concordancia
con él, tú y yo
somos de repente lo que tratan los árboles

de decirnos que somos:
que su simple presencia
tiene un significado: que muy pronto
podremos tocar, amar, explicar.

Y dichosos de no haber inventado
semejante hermosura, vemos que nos rodean:
un silencio poblado ya de ruidos,
un lienzo del que emergen

un coro de sonrisas, una invernal mañana.
Bajo una luz desconcertante, en movimiento
nuestros días se visten de reticencia tal
que estos acentos parecieran defensa de sí mismos.

themutesinger dijo...

El gran John... Siempre bienvenido. Gracias por traerlo, tan gentil rama del detalle